CAPÍTULO II
LA ERA DE LOS DESCUBRIMIENTOS TÉCNICOS
II.1.1 Las armas de guerra se volvieron más penetrantes al principio de la Edad Moderna por las luchas dinásticas entre gobernantes que buscaban consolidar o aumentar sus territorios. Aunque los reyes todavía dependían de los nobles para formar ejércitos y mandarlos al campo de batalla, al final del período medieval el campo de batalla sufrió enormes transformaciones. Inventada en China, la pólvora (gun powder en inglés) fue traída a Europa en el siglo XIII por los árabes. La pólvora cambió la guerra desde “principalmente un cuestión de violencia” entre señores y vasallos a luchas, a veces masivas, entre rivales dinásticos. Usada en una batalla por primera vez en Europa a principios del siglo XIV, la pólvora podía propeler flechas y, cada vez más, balas de plomo. La pólvora se convirtió en propelente explosivo de rifles y mosquetes, que podían ser estandarizados en el calibre, para los que los relojeros producían cerraduras de resorte que funcionaban como mecanismos de disparo o percutor.
II.1.2 Reemplazando gradualmente la lanza, la espada, la ballesta y el arco en la batalla, el rifle erosionó el papel del noble como un guerrero privilegiado desde el momento de que los caballeros metidos en sus pesadas armaduras podían ser ahora desalojados de su caballo por un hombre armado a pie y, una vez allí, capturados o muertos. Y un rifle, aunque algo caro de comprar, una vez desembolsado su importe y adquirido, era muy barato de mantener. El rifle redujo el papel de la caballería en la batalla. Los caballeros ahora portaban piezas de armadura ligera y, a pesar de que debían llevar una lanza ligera, también portaban armas de fuego cortas. Sin embargo, los lanceros a caballo continuaron siendo esenciales en cualquier ejército: sus lanzas de unos cuatro metros de longitud estaban hechas de un gran palo recto de madera dura con una punta revestida de acero agudizado. Un furioso ataque de lanceros a caballo podía desorganizar las filas de infantería armada con rifles, ya que estos debían cargar de nuevo sus armas de fuego una vez disparadas. La alabarda eran un arma un poco más compleja: era una lanza con una moharra con una cuchilla transversal, aguda por un lado y en forma de media luna por el otro.
II.1.3 Otra innovación bélica también derivada de la pólvora fue la artillería, cuyos proyectiles podían herir o matar a muchos combatientes a la vez. En la Batalla de Novara (1513) en el norte de Italia, donde los soldados suizos derrotaron a un ejército francés, la artillería mató a 700 hombres en tres minutos. Los bombardeos mortales tenían un devastador efecto sobre la moral de los soldados enemigos. Las batallas navales ganaron en fiereza a medida que los cañones reemplazaron a los arietes navales. Las elegantes galeras que corrían a lo largo de la costa mediterránea durante los cálidos meses del Mediterráneo dieron paso a naves lo bastante grandes como para transportar cañones pesados. La amenaza de la artillería enemiga obligó a la construcción de fortificaciones masivas alrededor de las ciudades, lo que dejó la defensa con una sólida ventaja. Los asedios duraban más que antes. Los ejércitos victoriosos, frustrados por los largos asedios, a veces masacraban a la población superviviente. Sin embargo, con el paso del tiempo y conforme la artillería fue ganando potencia y calibre, los muros y murallasd dejaron de ser efectivas. Por otra parte, las murallas constreñían a las ciudades. Con el aumento de población empezaron a construirse barrios extramuros y que por ello, dejaban de estar protegidos. Las murallas dejaron de ser cuidadas y fueron abandonadas. Con el paso del tiempo desaparecieron. Solo quedan algunos ciudades con murallas (Ávila) o con restos y puertas (Valencia tiene dos puertas de su antigua muralla, la de Cuarte y la de Serranos). También quedó una expresión, “quedarse a la luna de Valencia”, cuyo significado más probable es “llegar tarde y quedarse a dormir al raso porque las puertas de la ciudad ya están cerradas”. De este modo el invento de la pólvora hizo mucho por dejar atrás la Edad Media e inaugurar la Edad Moderna.
II.1.4 Aunque las fronteras de las guarniciones, las unidades de artillería y los guardas que protegían al rey eran los únicos ejércitos verdaderos, su tamaño aumentó durante las guerras de finales del XIV y principios del XV. Durante la Guerra de los Cien Años (1337 – 1453), en las principales batallas habían entre 7 y 15 mil soldados en cada parte. Durante las batallas los Habsburgos austríacos y la dinastía francesa de Valois en la península itálica en los siglos XV y XVI, ambos ejércitos alcanzaban el tamaño de 25.000 hombres. Algunos nobles aún tenían ejércitos propios pero estaban integrados en los ejércitos de su rey como comandantes.
II.1.5 Los mercenarios reemplazaron a los soldados de leva medievales. Recibían pagas irregulares y modestas, pero esperaban recibir raciones de comida aceptables y la oportunidad de saquear las ciudades que conquistaban. Con estas condiciones, parece que desertaban menos que los soldados reclutados entre la población civil. Los campesinos constituían más de tres cuartas partes de los ejércitos. Los criminales también eran reclutados en los ejércitos, siendo este el precio para escapar de su prisión o de la muerte, pero debían llevar una letra grabada en su ropa (en Francia llevaban la letra “V” por la palabra francesa voleur, que significa ladrón).
II.1.6 Las condiciones del servicio militar eran muy malas, al menos al principio. Además de la casi adecuada alimentación y alojamiento, las infracciones de las reglas eran tratadas con dureza, incluyendo el infame y con frecuencia fatal “correr el guante”, en la que el soldado castigado debía pasar a través de un pasillo con los soldados alineados a ambos lados, dispensando golpes con palos y espadas. Los oficiales dispensaban justicia sin juicio o apelación, y las sentencias eran ejecutadas inmediatamente. Las cabezas de los desertores y otros incumplidores de la disciplina militar eran empaladas a la entrada del campamento militar para enviar un claro mensaje.
II.1.7 Excepto los guardias reales, las unidades de artillería y otras fuerzas especializadas, los uniformes eran raros en todos los ejércitos, aunque la mayoría de los soldados llevaban algún tipo de identificación como un brazalete o una túnica con un símbolo nacional o regional, como la cruz roja inglesa, la cruz de Lorena y el león de Lyon.
II.1.8 Las epidemias y las enfermedades – disentería y tifoidea, entre otras – mataban muchos más soldados que las heridas causadas en las batallas. Pero los heridos a menudo morían por el tratamiento inadecuado que recibían.
II.1.2 Reemplazando gradualmente la lanza, la espada, la ballesta y el arco en la batalla, el rifle erosionó el papel del noble como un guerrero privilegiado desde el momento de que los caballeros metidos en sus pesadas armaduras podían ser ahora desalojados de su caballo por un hombre armado a pie y, una vez allí, capturados o muertos. Y un rifle, aunque algo caro de comprar, una vez desembolsado su importe y adquirido, era muy barato de mantener. El rifle redujo el papel de la caballería en la batalla. Los caballeros ahora portaban piezas de armadura ligera y, a pesar de que debían llevar una lanza ligera, también portaban armas de fuego cortas. Sin embargo, los lanceros a caballo continuaron siendo esenciales en cualquier ejército: sus lanzas de unos cuatro metros de longitud estaban hechas de un gran palo recto de madera dura con una punta revestida de acero agudizado. Un furioso ataque de lanceros a caballo podía desorganizar las filas de infantería armada con rifles, ya que estos debían cargar de nuevo sus armas de fuego una vez disparadas. La alabarda eran un arma un poco más compleja: era una lanza con una moharra con una cuchilla transversal, aguda por un lado y en forma de media luna por el otro.
II.1.3 Otra innovación bélica también derivada de la pólvora fue la artillería, cuyos proyectiles podían herir o matar a muchos combatientes a la vez. En la Batalla de Novara (1513) en el norte de Italia, donde los soldados suizos derrotaron a un ejército francés, la artillería mató a 700 hombres en tres minutos. Los bombardeos mortales tenían un devastador efecto sobre la moral de los soldados enemigos. Las batallas navales ganaron en fiereza a medida que los cañones reemplazaron a los arietes navales. Las elegantes galeras que corrían a lo largo de la costa mediterránea durante los cálidos meses del Mediterráneo dieron paso a naves lo bastante grandes como para transportar cañones pesados. La amenaza de la artillería enemiga obligó a la construcción de fortificaciones masivas alrededor de las ciudades, lo que dejó la defensa con una sólida ventaja. Los asedios duraban más que antes. Los ejércitos victoriosos, frustrados por los largos asedios, a veces masacraban a la población superviviente. Sin embargo, con el paso del tiempo y conforme la artillería fue ganando potencia y calibre, los muros y murallasd dejaron de ser efectivas. Por otra parte, las murallas constreñían a las ciudades. Con el aumento de población empezaron a construirse barrios extramuros y que por ello, dejaban de estar protegidos. Las murallas dejaron de ser cuidadas y fueron abandonadas. Con el paso del tiempo desaparecieron. Solo quedan algunos ciudades con murallas (Ávila) o con restos y puertas (Valencia tiene dos puertas de su antigua muralla, la de Cuarte y la de Serranos). También quedó una expresión, “quedarse a la luna de Valencia”, cuyo significado más probable es “llegar tarde y quedarse a dormir al raso porque las puertas de la ciudad ya están cerradas”. De este modo el invento de la pólvora hizo mucho por dejar atrás la Edad Media e inaugurar la Edad Moderna.
II.1.4 Aunque las fronteras de las guarniciones, las unidades de artillería y los guardas que protegían al rey eran los únicos ejércitos verdaderos, su tamaño aumentó durante las guerras de finales del XIV y principios del XV. Durante la Guerra de los Cien Años (1337 – 1453), en las principales batallas habían entre 7 y 15 mil soldados en cada parte. Durante las batallas los Habsburgos austríacos y la dinastía francesa de Valois en la península itálica en los siglos XV y XVI, ambos ejércitos alcanzaban el tamaño de 25.000 hombres. Algunos nobles aún tenían ejércitos propios pero estaban integrados en los ejércitos de su rey como comandantes.
II.1.5 Los mercenarios reemplazaron a los soldados de leva medievales. Recibían pagas irregulares y modestas, pero esperaban recibir raciones de comida aceptables y la oportunidad de saquear las ciudades que conquistaban. Con estas condiciones, parece que desertaban menos que los soldados reclutados entre la población civil. Los campesinos constituían más de tres cuartas partes de los ejércitos. Los criminales también eran reclutados en los ejércitos, siendo este el precio para escapar de su prisión o de la muerte, pero debían llevar una letra grabada en su ropa (en Francia llevaban la letra “V” por la palabra francesa voleur, que significa ladrón).
II.1.6 Las condiciones del servicio militar eran muy malas, al menos al principio. Además de la casi adecuada alimentación y alojamiento, las infracciones de las reglas eran tratadas con dureza, incluyendo el infame y con frecuencia fatal “correr el guante”, en la que el soldado castigado debía pasar a través de un pasillo con los soldados alineados a ambos lados, dispensando golpes con palos y espadas. Los oficiales dispensaban justicia sin juicio o apelación, y las sentencias eran ejecutadas inmediatamente. Las cabezas de los desertores y otros incumplidores de la disciplina militar eran empaladas a la entrada del campamento militar para enviar un claro mensaje.
II.1.7 Excepto los guardias reales, las unidades de artillería y otras fuerzas especializadas, los uniformes eran raros en todos los ejércitos, aunque la mayoría de los soldados llevaban algún tipo de identificación como un brazalete o una túnica con un símbolo nacional o regional, como la cruz roja inglesa, la cruz de Lorena y el león de Lyon.
II.1.8 Las epidemias y las enfermedades – disentería y tifoidea, entre otras – mataban muchos más soldados que las heridas causadas en las batallas. Pero los heridos a menudo morían por el tratamiento inadecuado que recibían.
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