CAPÍTULO I
LA HERENCIA MEDIEVAL Y EL PASO A LA SOCIEDAD MODERNA
I.13.1 Aunque el término “estado” todavía no se usaba para denotar una entidad política, alrededor del 1500 los mayores reinos estaban adquiriendo algunas de las características que hoy atribuimos a un estado. Durante el siglo XV, Francia, España e Inglaterra evolucionaron a “nuevas monarquías”. Lo que era nuevo de ellos era que su crecimiento empezó en la baja Edad Media. Mientras las monarquías crecieron fuertes en la Europa occidental, se desarrollaron débiles en Europa oriental durante la Baja Edad Media. Las luchas por el poder, las guerras civiles y el creciente poder de los señores dificultaron la aparición de estados fuertes hasta al menos el siglo XVI, pero en Europa occidental ocurrió lo contrario.
I.13.2 Los estados soberanos aparecieron en Europa occidental durante el período medieval conforme los gobernantes consiguieron mayor poder y autoridad. Podemos estar seguros que esos estados no eran “naciones-estado” en el sentido moderno de la palabra, es decir, que sus habitantes se sienten como parte de él, como por ejemplo, españoles, franceses o italianos. Estos estados nacionales, definidos por los lazos étnicos y culturales y las tradiciones lingüísticas, se desarrollaron en la segunda mitad del siglo XVIII y, especialmente, en el siglo XIX. Los gobernantes medievales gobernaban una compleja mescolanza de territorios, ciudades semiindependientes, vasallas feudales e instituciones corporativas como los gremios, que eran en gran parte independientes del poder real, intercambiando privilegios personales y corporativos.
I.13.3 En los pueblos germánicos la aparición de las monarquías hereditarias acaba con la tradición secular de la monarquía electiva, donde el rey era un primus inter pares (primero entre iguales). El rey era elegido entre los jefes de familia y era, ante todo, un jefe militar cuyo cargo no era vitalicio. Esta última condición era debido a la primera: como el rey germánico era elegido, entre otras razones, por su arrojo y valentía, lideraba las guerras, y por este motivo debía ir al frente de sus guerreros. Cuando se hacía viejo, si no moría antes, debía ser apartado del cargo para nombrar a otro guerrero como su sustituto. Cuando acaba el Imperio Romano de Occidente y se va produciendo una lenta cristianización de los pueblos germánicos, el rey se va convirtiendo en una especie de enviado del Dios cristiano para su pueblo (por la gracia de Dios). Este argumento da pie a la aparición de las monarquías hereditarias. Esta conversión del primer tipo de monarquía en la segunda debía ser avalada por la Iglesia católica, como así sucedió.
I.13.4 Entre los siglos X y XI, los reinos de Francia, Inglaterra y España se convirtieron en estados soberanos y sus gobernantes consolidaron sus territorios estableciendo su primacía sobre sus oponentes. Estos gobernantes promulgaban leyes e impusieron una unidad administrativa hasta un grado sin precedentes. Impusieron su autoridad, pero no su dominio, sobre los nobles de los territorios que reclamaban. La autoridad real afectaba directamente a más vidas que nunca antes. Los monarcas podían montar y mandar ejércitos, imprimir dinero, imponer impuestos, convocar consejeros y nombrar oficiales para representarles y hacer cumplir su voluntad.
I.13.5 Los reyes franceses, cuyos territorios solo apenas abarcaban unos pocos cientos de millas alrededor de París, tenían poco poder durante la Edad Media. Hasta la mitad del siglo XV, los reyes de Inglaterra poseían Normandía, Bretaña, Maine, Anjou y Aquitania, y los Condes de Flandes tierras muy fértiles en lo que hoy es el norte de Francia y el sur de Bélgica. Durante la Guerra de los Cien Años (1337 – 1453), los reyes franceses consiguieron los fondos y soldados suficientes como para expulsar a los ingleses de Francia (con la excepción de Calais, un puerto en el Canal de la Mancha). Durante la segunda mitad del siglo XV, los reyes franceses terminaron de facto con la independencia de lo que eran técnicamente los dominios de sus vasallos nobles. En 1482, Francia absorbió Borgoña, cuyos poderosos duques eran familiares de los reyes, y una década más tarde, el regente de Carlos VIII (que gobernó desde 1483 hasta 1498) invadió Bretaña añadiéndola a la Corona. A través de los matrimonios y la guerra, los monarcas franceses establecieron los cimientos de una monarquía más poderosa y centralizada.
I.13.6 También Inglaterra surgió en la escena europea como un estado más fuerte durante la Baja Edad Media, pero con importantes diferencias con sus contrapartes europeas. Los vasallos del Rey Juan (gobernó de 1199 al 1216) y el pueblo de Londres se rebeló contra el aumento de la presión fiscal que impuso para financiar su intento de recuperar los territorios continentales perdidos frente a Francia. En 1215 el Rey fue obligado a firmar la Carta Magna, la “Gran Carta de las Libertades”. Juan se mostró de acuerdo con imponer mayores impuestos solo con el permiso de un “gran consejo” que representaba a los barones y de no contratar mercenarios cuando ellos se negaran a luchar con su rey. Más tarde el Rey Eduardo I (gobernó desde 1272 – 1307) convocó a los barones, obispos y representantes de las principales ciudades del país con la esperanza de obtener su aprobación para recaudar fondos para iniciar otra guerra contra el rey de Francia. De este “parlamento” viene la tradición en Inglaterra de consultar con los principales líderes políticos y el origen del gobierno constitucional inglés que limita la autoridad real. La división del Parlamento en dos casas, la de los Lores y la de los Comunes, es decir, la de la aristocracia inglesa la primera, y la de los representantes de las ciudades la segunda, se produjo durante el reinado de Eduardo III (gobernó 1327 – 1377). El papel del Parlamento como una institución representativa aumentaba cuando el rey quería imponer nuevos impuestos o aumentar los ya existentes para declarar la guerra a una nación, como ocurrió contra Francia en la Guerra de los Cien Años. En este caso el Parlamento inglés dio su visto bueno.
13.7 En la Europa Central, el Sacro Imperio Romano Germánico no era realmente un estado soberano. Duró desde el año 962, año en que los nobles alemanes eligieron a un gobernante. Hacia el final del siglo XIII se estableció el principio de que el emperador debía ser elegido y no designado por herencia. Considerándose ellos mismos como sucesores del Imperio Romano, los emperadores también se vieron en la obligación de proteger al Papado y toda la Cristiandad. Esto involucró a los emperadores en el avispero de la política italiana.
13.8 El Imperio comprendía alrededor de 300 estados semiautónomos, que iban desde grandes territorios a una multitud de estados más pequeños y ciudades libres que hacían su propia política exterior y entablaban guerras. El emperador, elegido por siete príncipes, no podía consolidar su autoridad, aumentar o imponer nuevos impuestos, crear ejércitos o hacer cumplir su autoridad fuera de sus propias propiedades hereditarias.
13.9 La familia austriaca de los Habsburgos, cuyo origen está en la Alemania alpina, hoy Suiza germánica, la casa gobernante, extendió sus territorios en los siglos XIV y XV entre el río Danubio, el Mar Adriático y los montes Cárpatos. Entre 1438, año en que el primer Habsburgo (Alberto II de Habsburgo) fue coronado emperador romano, hasta 1740 (cuando la línea masculina se extinguió), solo los Habsburgos ostentaron la corona de emperador del Imperio. Los estados más pequeños, como los trece cantones suizos, pelearon por mantener su autonomía contra el poder creciente de esta familia.
I.13.2 Los estados soberanos aparecieron en Europa occidental durante el período medieval conforme los gobernantes consiguieron mayor poder y autoridad. Podemos estar seguros que esos estados no eran “naciones-estado” en el sentido moderno de la palabra, es decir, que sus habitantes se sienten como parte de él, como por ejemplo, españoles, franceses o italianos. Estos estados nacionales, definidos por los lazos étnicos y culturales y las tradiciones lingüísticas, se desarrollaron en la segunda mitad del siglo XVIII y, especialmente, en el siglo XIX. Los gobernantes medievales gobernaban una compleja mescolanza de territorios, ciudades semiindependientes, vasallas feudales e instituciones corporativas como los gremios, que eran en gran parte independientes del poder real, intercambiando privilegios personales y corporativos.
I.13.3 En los pueblos germánicos la aparición de las monarquías hereditarias acaba con la tradición secular de la monarquía electiva, donde el rey era un primus inter pares (primero entre iguales). El rey era elegido entre los jefes de familia y era, ante todo, un jefe militar cuyo cargo no era vitalicio. Esta última condición era debido a la primera: como el rey germánico era elegido, entre otras razones, por su arrojo y valentía, lideraba las guerras, y por este motivo debía ir al frente de sus guerreros. Cuando se hacía viejo, si no moría antes, debía ser apartado del cargo para nombrar a otro guerrero como su sustituto. Cuando acaba el Imperio Romano de Occidente y se va produciendo una lenta cristianización de los pueblos germánicos, el rey se va convirtiendo en una especie de enviado del Dios cristiano para su pueblo (por la gracia de Dios). Este argumento da pie a la aparición de las monarquías hereditarias. Esta conversión del primer tipo de monarquía en la segunda debía ser avalada por la Iglesia católica, como así sucedió.
I.13.4 Entre los siglos X y XI, los reinos de Francia, Inglaterra y España se convirtieron en estados soberanos y sus gobernantes consolidaron sus territorios estableciendo su primacía sobre sus oponentes. Estos gobernantes promulgaban leyes e impusieron una unidad administrativa hasta un grado sin precedentes. Impusieron su autoridad, pero no su dominio, sobre los nobles de los territorios que reclamaban. La autoridad real afectaba directamente a más vidas que nunca antes. Los monarcas podían montar y mandar ejércitos, imprimir dinero, imponer impuestos, convocar consejeros y nombrar oficiales para representarles y hacer cumplir su voluntad.
I.13.5 Los reyes franceses, cuyos territorios solo apenas abarcaban unos pocos cientos de millas alrededor de París, tenían poco poder durante la Edad Media. Hasta la mitad del siglo XV, los reyes de Inglaterra poseían Normandía, Bretaña, Maine, Anjou y Aquitania, y los Condes de Flandes tierras muy fértiles en lo que hoy es el norte de Francia y el sur de Bélgica. Durante la Guerra de los Cien Años (1337 – 1453), los reyes franceses consiguieron los fondos y soldados suficientes como para expulsar a los ingleses de Francia (con la excepción de Calais, un puerto en el Canal de la Mancha). Durante la segunda mitad del siglo XV, los reyes franceses terminaron de facto con la independencia de lo que eran técnicamente los dominios de sus vasallos nobles. En 1482, Francia absorbió Borgoña, cuyos poderosos duques eran familiares de los reyes, y una década más tarde, el regente de Carlos VIII (que gobernó desde 1483 hasta 1498) invadió Bretaña añadiéndola a la Corona. A través de los matrimonios y la guerra, los monarcas franceses establecieron los cimientos de una monarquía más poderosa y centralizada.
I.13.6 También Inglaterra surgió en la escena europea como un estado más fuerte durante la Baja Edad Media, pero con importantes diferencias con sus contrapartes europeas. Los vasallos del Rey Juan (gobernó de 1199 al 1216) y el pueblo de Londres se rebeló contra el aumento de la presión fiscal que impuso para financiar su intento de recuperar los territorios continentales perdidos frente a Francia. En 1215 el Rey fue obligado a firmar la Carta Magna, la “Gran Carta de las Libertades”. Juan se mostró de acuerdo con imponer mayores impuestos solo con el permiso de un “gran consejo” que representaba a los barones y de no contratar mercenarios cuando ellos se negaran a luchar con su rey. Más tarde el Rey Eduardo I (gobernó desde 1272 – 1307) convocó a los barones, obispos y representantes de las principales ciudades del país con la esperanza de obtener su aprobación para recaudar fondos para iniciar otra guerra contra el rey de Francia. De este “parlamento” viene la tradición en Inglaterra de consultar con los principales líderes políticos y el origen del gobierno constitucional inglés que limita la autoridad real. La división del Parlamento en dos casas, la de los Lores y la de los Comunes, es decir, la de la aristocracia inglesa la primera, y la de los representantes de las ciudades la segunda, se produjo durante el reinado de Eduardo III (gobernó 1327 – 1377). El papel del Parlamento como una institución representativa aumentaba cuando el rey quería imponer nuevos impuestos o aumentar los ya existentes para declarar la guerra a una nación, como ocurrió contra Francia en la Guerra de los Cien Años. En este caso el Parlamento inglés dio su visto bueno.
13.7 En la Europa Central, el Sacro Imperio Romano Germánico no era realmente un estado soberano. Duró desde el año 962, año en que los nobles alemanes eligieron a un gobernante. Hacia el final del siglo XIII se estableció el principio de que el emperador debía ser elegido y no designado por herencia. Considerándose ellos mismos como sucesores del Imperio Romano, los emperadores también se vieron en la obligación de proteger al Papado y toda la Cristiandad. Esto involucró a los emperadores en el avispero de la política italiana.
13.8 El Imperio comprendía alrededor de 300 estados semiautónomos, que iban desde grandes territorios a una multitud de estados más pequeños y ciudades libres que hacían su propia política exterior y entablaban guerras. El emperador, elegido por siete príncipes, no podía consolidar su autoridad, aumentar o imponer nuevos impuestos, crear ejércitos o hacer cumplir su autoridad fuera de sus propias propiedades hereditarias.
13.9 La familia austriaca de los Habsburgos, cuyo origen está en la Alemania alpina, hoy Suiza germánica, la casa gobernante, extendió sus territorios en los siglos XIV y XV entre el río Danubio, el Mar Adriático y los montes Cárpatos. Entre 1438, año en que el primer Habsburgo (Alberto II de Habsburgo) fue coronado emperador romano, hasta 1740 (cuando la línea masculina se extinguió), solo los Habsburgos ostentaron la corona de emperador del Imperio. Los estados más pequeños, como los trece cantones suizos, pelearon por mantener su autonomía contra el poder creciente de esta familia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario