lunes, 5 de febrero de 2018

I - 12.- Las libertades municipales

CAPÍTULO I

LA HERENCIA MEDIEVAL Y EL PASO A LA SOCIEDAD MODERNA



12.1 En la Europa feudal las ciudades eran zonas de libertad porque sus residentes, en la mayoría de los casos, no estaban sujetos a obligaciones con ningún señor. Un dicho de entonces asegura que “el aire de las ciudades le hace a uno libre”. Ningún habitante de las ciudades en la Europa occidental puede ser un siervo. Sin embargo, la cosa no era tan sencilla como emigrar a una ciudad. La libertad debía obtenerse de un señor. Los oligarcas urbanos defendían celosamente su independencia municipal contra los nobles y gobernantes, siempre ansiosos de obtener ingresos y consolidación política. En algunos casos los gobernantes buscaban alianzas con las ciudades contra los nobles. Las ciudades incluso prestaban dinero a los reyes en contra de sus vasallos (los nobles) recalcitrantes u otros gobernantes, incluidos los papas. Allá donde los gobernantes territoriales eran débiles, como en los estados alemanes e italianos, las ciudades obtuvieron el mayor grado de libertad. Las ciudades se desarrollaron más lentamente en aquellas regiones en las que los gobernantes y nobles eran más fuertes.
12.2 Las tradiciones de las libertades municipales dejaron una herencia significativa en la Europa occidental, en última instancia dando forma a la aparición de formas constitucionales de gobierno. Mientras que las relaciones sociales en el campo se definían en gran parte por las obligaciones personales, en las ciudades se definían por los derechos colectivos defendidos por los gremios (10.7) y otras asociaciones. En Inglaterra, el norte de Francia, los Países Bajos, Flandes y Suiza, las confraternidades urbanas medievales luchaban por mantener su independencia de los gobernantes y los nobles rurales. A falta de la infraestructura de asociación de muchas ciudades de Europa occidental, las ciudades de Europa oriental no pudieron contener el poder creciente de los nobles y, en el caso de Rusia, los zares. A medida que el Estado moscovita expandía su autoridad, los zares actuaron en contra de las pretensiones urbanas. La mayoría de las ciudades del este no disfrutaban de ninguna de las clases especiales de derecho que también caracterizaban a las ciudades de Occidente. Los gobernantes rusos consideraban a las ciudades como de su propiedad personal, y los gobernantes rusos exigían el servicio y la lealtad de sus ciudadanos.

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